Hoy podemos decir sin miedo a equivocarnos que en los últimos años la profesión del abogado ha ido cambiando.
El letrado de antaño, que hoy debe rondar los 65 años, buscaba el saber, leía -y aún lee- los tratados y otras grandes obras del Derecho, hasta llenar su biblioteca con "saber".
Luego, las nuevas generaciones de profesionales del Derecho, más jóvenes y que hoy podrían estar entre los 35 y 45 años, priorizaron el saber hacer; o sea, el saber aplicado a la profesión.
Internet y los dispositivos móviles han puesto el conocimiento al alcance de casi todos nosotros en todo momento: los newsletters nos acercan las novedades de la jornada anterior con información precisa y seleccionada y la tenemos a disposición para cuando la necesitemos.
Entonces es claro porqué los abogados de entre 25 y 35 años de edad valoran primordialmente el hacer como factor distintivo, más que cualquier tipo de saber; lo importante es apropiarse de la técnica -aquella tekné que aprendimos en la Universidad-.
Y así es como de a poco el abogado dejó de ser el abogado-consultor-culto y pasó a ser un proveedor-de-servicios. Lo más importante es la eficiencia. "No importa lo que yo sepa; lo que importa es lo que yo haga". No voy a ser tan injusto de no aclarar que este fenómeno se repite en muchas profesiones, pero -para acotar el campo de estudio a nuestra competencia- sólo vamos a ver cómo incumbe en el ejercicio del Derecho.
Es justamente en ese cambio de rol del profesional donde la tecnología entró a jugar un papel importante en el Derecho.
Tanto en la búsqueda de información como en su organización, en su almacenamiento o en su guardado, en la manera de compartirla, en su administración y en todas las funcionalidades que hoy la IT puede prestar a un usuario que busque eficiencia y productividad.
Si pensamos en las bibliotecas propias de un estudio jurídico, por ejemplo, recordamos que hasta hace pocos años el tamaño de esos estantes llenos de obras representaba en gran medida el tamaño del saber de un estudio; y eso pesaba. Aún existen esas grandes colecciones editoriales, símbolo del poder del estudio, pero hoy pocos clientes se interesan por ver los miles de tomos que acumuló a lo largo de los años el estudio que los representa.
Incluso, los estudios ya prefieren ahorrar costos -y espacio- y tener modernos sistemas de almacenamiento digital de información. Este cambio radical en la manera de trabajar vino -por supuesto- de la mano de la tecnología; así que ya vemos cómo esta profesión puede ser conservadora, pero sabe adoptar nuevas herramientas y aprovechar al máximo sus ventajas.
Igual sucedió con Tribunales. Aquel abogado que se pasaba gran parte de su tiempo en el Palacio de Justicia evolucionó en un profesional que hoy puede ver varias causas online, que cuenta con informes de seguimientos de causas y que cada vez tiene menos necesidad de ir personalmente a Plaza Lavalle -y esperamos que le tecnología apoye esta tendencia-.
En tanto, si nos referimos al desarrollo de las aplicaciones mobile, es claro que todavía queda mucho por hacer en el área de Derecho, tanto desde lo propiamente legal - el poder probatorio de un video captado con un celular es bastante endeble en cualquier causa- como desde las funcionalidades que la movilidad puede aportar a un profesional del Derecho.
Esperando al Mesías En lo que respecta a software para Derecho, en los últimos quince años sólo se ha desarrollado un programa interesante: el LexDoctor, un sistema de almacenamiento y de seguimiento de causas. Pero desde entonces no se ha avanzado mucho más. Haciendo
honor a su trascendencia, digamos que el LexDoctor fue una evolución importante en la manera de ejercer la profesión; pero de ninguna manera fue una revolución.
honor a su trascendencia, digamos que el LexDoctor fue una evolución importante en la manera de ejercer la profesión; pero de ninguna manera fue una revolución.
Sin embargo, la solución a esta carencia es tan sólo una cuestión de tiempo. Así como en otras industrias y actividades la tecnología ha cambiado el trabajo diario y los resultados de los negocios en muchos casos, en el Derecho es seguro que el cambio llegará, aunque a paso más lento, quizá por lo conservador del sector.
En IJ International Legal Group estamos convencidos de que hay mucho camino por recorrer aún y mucho por hacer para aprovechar la tecnología como herramienta profesional y para difundir de manera explosiva el uso de la tecnológica entre quienes trabajan y se dedican al desarrollo de tareas ligadas con el Derecho. Apostamos a una revolución tecnológica en el Derecho.
Entre los varios y variados temas sobre los que polemizan los abogados no suele discutirse la falta de tecnología; siempre pensaron que no era necesaria. Esta situación cambió; lentamente, pero a paso cierto. La tecnología permite a los profesionales del Derecho hoy, por ejemplo, realizar eficazmente el seguimiento de las causas judiciales, asignándoles un código para poder revisarlo diariamente a través de Internet.
Quienes inviertan sus recursos en el desarrollo de aplicaciones tecnológicas que mejoren la eficacia de sus proyectos liderarán la oferta de productos que potencien la dimensión de los profesionales del Derecho del Siglo XXI.